lunes, 23 de marzo de 2009

Escuchá, escuchá....

Por Arnold Coss

El viejo Pedro, alguna vez me contó que cuando iba a trabajar, previo paso por lo de Pocho Falher, donde se tomaba una Ginebra, caminaba tranquilo por la calle 25 de Mayo, que todavía era de tierra. Mientras en una mano atesoraba su azada y en la otra el rastrillo a las 6 de la mañana escuchaba, casa por casa, de ventana en ventana, el relato de un cuento, salido del parlante de las radios prendidas para la ocasión. Era Don Verídico, personaje criollo, grotesco y bolacero como pocos, del gran Luis Landricina. Nadie hablaba alrededor, el día empezaba después de la historia que sonaba con el inconfundible ruido a disco y púa gastada de tanto pasarlos y despertar al pueblo con una sonrisa.
El viejo Pedro, perdió afectos, gano en soledad y con ella aprendió a escuchar. Cuando creía que a nadie le interesarían sus experiencias, adquiridas a golpes y desencuentros, aparecieron los nietos y con ellos renovó sus esperanzas de trascender.
Con especial cuidado el viejo Pedro, cultivó en la vida como en el campo una huerta sin final, los zapallitos, zanahorias, melones amarillos y sandías, fueron como sus hijos y también se repartirían, unos por la vida, los otros entre platos de vecinos y amigos.
Era rutina verlo sentado de costado en la mesa de la cocina, mirando al patio, como esperando, su mirada cambiaba a las 12, el momento llegaba, desde la radio que miraba el mundo desde arriba de la vieja heladera Siam, bajaba firme la vos del periodista que él acompañaba, con exacta sincronización.
Muchísimos años después, al final de sus días, sentado en igual posición, pero mirando un paisaje que ya no reconocía, como distraído sumergido en el vidrio de la ventana, me llamó con fuerzas, cuando llego me susurra:

- Escucha, escucha, pone más fuerte, está Mario Alarcón, el de Espontánea….

Vaya a saber que intrincado complejo de variables se alinearon en aquel momento, estaba recordando el final de todas sus mañanas en LT 38 Radio Gualeguay, la AM de mi querida ciudad natal y me recito sin pestañar:

Yo he conocido cantores,
que era un gusto el escuchar,
más no quieren opinar
Y se divierten cantando.
Pero yo, canto opinando,
que es mi modo de cantar.

Estrofa memorable de nuestro Martín Fierro, yo no salía de mi asombro, pocas palabras habían salido de su boca, hacía mucho tiempo que la coherencia verbal le había dejado paso al silencio y ahí nomás, como si nada se despachó con:

Dios formó lindas las flores,
delicadas como son;
les dio toda perfeción
y cuanto El era capaz,
pero al hombre le dio más
cuando le dio el corazón

Le dio claridá a la luz,
juerza en su carrera al viento,
le dio vida y movimiento
dende la águila al gusano,
pero más le dio al cristiano
al darle el entendimiento.

El viejo Pedro, se cansaba más de la cuenta en cualquier esfuerzo, cada día que pasaba era festejado y exponía nuestro más aguerrido sentido de posesión obsesivo, ese que nos suele aparecer cuando se arrima lo irremediable. Tomo aire, hizo una mueca, me pareció verlo sonreír con picardía, como un chico que descubre el regalo anticipado de los reyes. Me volvió a mirar, sus ojos no eran los perdidos de siempre, tenían luz y me dijo con su voz pausada:

- Escucha, escucha. Mientras repetía a la perfección, como en aquellos años

Con mi deber he cumplido
y ya he salido del paso,
pero diré, por si acaso,
pa´ que me entiendan los criollos:
que todavía me quedan rollos
por si se ofrece dar lazo.

Con sus manos gastadas y haciendo un esfuerzo más, intentó una especie de reverencia. Era como que se estaba despidiendo también, con esas estrofas atesoradas y por tantos años guardadas.
Al viejo Pedro, unos pocos días más tarde, se le acabó finalmente le lazo. Una cálida tarde de Septiembre, se fue manso, sin apuros, sin despedidas eternas, solamente se durmió, se apagaba una llama de 90 años. Se llevo muchas historias para contar, dejaba una vida para recordar.
Los recuerdos de los que ya no están, suelen venir cargados de nostalgias, son como la llave triste que nos abre la puerta al laberinto del pasado. Hoy vino este recuerdo y como saben, será solamente uno entre tantos otros.
Me gusta pensar que en algún lugar estará plantando sus cebollitas de verdeo, sus tomates o simplemente removiendo la tierra, preparándola para lo que vendrá y ahí susurrando, muy despacito me diga

- Escucha, escucha.

Y con esto me despido
sin espresar hasta cuándo.
Siempre corta por lo blando
el que busca lo siguro,
mas yo corto por lo duro,
y ansí he de seguir cortando.