martes, 3 de noviembre de 2009

La Lluvia y mis recuerdos...

por Arnold Coss
Adonde va la gente cuando llueve, se preguntan Pedro y Pablo desde el ordenador. La verdad, es una pregunta en la que uno nunca queda mal cuando la hace, da lugar a la charla, es imaginativa en la búsqueda de respuesta.
Hace unos 25 años, me reí fuertemente cuando Carlos Artesi, “artezaun” para los amigos, respondió sin disimulos,
- Me encantaría estar en casa, leyendo el Gráfico, comiendo tortas fritas y tomando mates con mi mamá.
Hoy extraño las tortas fritas de mamá y mucho más a ella, me encantaría verme en el mismo cuadro. La respuesta de mi ex compañero ya no me causa gracia como entonces.
Cuando en el piso 13 de Paraguay y Billinghurs, sacaba las ollas al bacón, para escuchar el sonido del golpeteo de las gotas y así recordar fugazmente mis sonidos de la casa en Gualeguay.
La lluvia nos presenta melancólicos. Recordaba las interminables tardes nadando en los zanjones de la calle 25 de Mayo, cuando aún era de tierra, ahí nomás, donde hoy está el cuartel de bomberos. Ni hablar de los más peligrosos y torrentosos que nos llevaban sin demoras hasta las puertas del viejo aeroclub, en la calle ancha. Si hoy viera a mis hijos haciendo semejante cosa, creo que no resistiría al infarto.
Pienso en aquella navidad, que inició una pedrada como jamás se recuerde. Aún hoy 30 años después se dejan ver algunas persianas maltrechas. No la olvidaré y creo que todos los que la vivimos recordaremos el golpeteo incesante, atormentador. Con mi hermana María Elena, sosteníamos con toallas la ventanita de vidrio de la puerta principal, amortiguando los golpes, mientras el techo se llenaba de uno y cientos de agujeros. Gualeguay quedo desbastada. La imagen de la calle con millones de hojas en el piso. La piedra como un gran bloque de hielo, apilada contra las casas. Todos los que en familia compartíamos la tarde quedamos atónitos. La casa de mis tíos sufrió también averías, el llanto de Alcira quedo en mis oídos. La lluvia termino de completar el caos y el agua entrando por todos lados.
Las historias de aquel día se fueron multiplicando, las anécdotas tomaron dimensiones difíciles de creer, aún cuando fueron vividas en el más cruel de los miedos. El miedo al rigor de la naturaleza, miedo a no encontrar un lugar libre del espanto.
Esa pedrada me mostró repentinamente, lo frágiles que somos ante nuestro universo inmediato y la lluvia me dejo un recuerdo de miseria, el de no poder controlar algo tan sencillo, algo tan mundano. Nuestro techo dejaba de ser seguro y con el, buena parte de mi inocencia.
Ver llover durante días y escuchar en la radio, los centímetros del río en Puerto Ruiz, en el arroyo Clé, en el balneario municipal, era como tener la información de primera mano, una crónica sin piedad para los cientos de inundados. Cada centímetro contaba como metros, cada centímetro los arrastraba un poco más y en ese poco a poco seguir perdiendo su lugar.
Siempre me imagine como que el río les pedía prestada sus cosas por un rato.
La lluvia traía desconsuelo y pavor para Anamaría. Ir o volver de la Rivera, en Tapalqué, representaba un desafío incontrolable. La angustia y desesperación se acrecentaban al ritmo de los metros avanzados. Suplicar internamente a Díos por el arribo a destino. El barro representaba las peores de sus pesadillas, el llanto contenido, era su peor pesadilla.
Las lluvias de Camboriú, nos dieron una visión distinta, era la playa, los días de oro, la imagen real del que me importa. Que lloviera todo lo que quisiera, seguro en un rato cuando te canses, voy a seguir siendo el mismo, solamente un poco más húmedo.
El adentro en una tarde de lluvia, sin chicos pululando y sin sueño apresurado, trae en este momento, el más lindo de los recuerdos, siempre y cuando, se este pensando, en la mejor de las compañías.
Al “chino” Bruzone le gustaba caminar por Av. de Mayo, cuando la lluvia le daba en la frente, así, sin preocupaciones, con el destino por delante y el chapoteo en los pies. Algún analista, se haría una panzada con ese relato.
Un amanecer con lluvia, puede ser tedioso, si tenemos que salir. Puede ser alentador, si podemos remolonear lo que queramos. Puede ser espantoso si el día de parque con los amigos, termina suspendido.
Las tardes de lluvias, perdidas jugando al ajedrez, por horas y horas, con mi amigo Rafa, allá en el departamento de Caracas….

La lluvia inspira, lo dije ya, pero hoy no llueve y mi inspiración no vino. El pronóstico de buen tiempo, arruino mi tarde aciaga.