Por Arnold Coss
De nada le habían servido a la querida "Seño Taqui" los años de universidad ni toda la teoría que había estudiado en ella.
Era su primer trabajo en la profesión que siempre había soñado, y los días previos al inicio de curso había estado tanto o más ansiosa que cuando la habían dejado ir de viaje sola por primera vez.
Era capaz de ponerse en la situación de esas criaturitas desconsoladas con sentimientos de abandono, pero estaba tan bloqueada que era incapaz de encontrar una solución medianamente razonable.
Ponerse ella también a llorar no mejoraría la situación, pero era lo que su cuerpo le pedía.
Habría sido más fácil seguir entregando los cachorros de perritos en la veterinaria de su tío, donde las únicas condolencias se las daría al pobre perrito al momento de ser vendido a un cliente
"Yo tenía veintiún perritos,
uno lo vendí a un cliente.
No me quedan más que veinte."
- ¡Ya está! -pensó en voz alta.
Cantar siempre había sido una buena cura en momentos de tensión.
Primero echó un vistazo al aula y pensó: "ni en las mejores guerras podría haber tanto caos", pero la situación empezaba a parecerle divertida.
Uno de sus alumnos, Pablo Federico Agustín, después de llorar todo lo que pudo y más, decidió tumbarse en el suelo, con las manos enlazadas detrás de la nuca a echarse su siesta matutina y siguiendo su aplastante lógica: "Al mal tiempo, buena cara".
Caminó despacio hacia la zona acolchada, se sentó en el suelo y comenzó a cantar.
Gustavo, seguía de cerca a la que iba a ser el segundo gran amor de su vida -después, por supuesto, de su madre- ... su Seño. Y cuando la escuchó cantar, comenzó a imaginarse una fábrica de mamás y seños donde les enseñaban canciones, que espantaran los miedos y quitaran los mocos, porque no era posible que su mamá y su seño -a la que no había visto nunca- supieran la misma canción que tanto le gustaba.
Al parecer, Gustavo no era el único que estaba escuchando cantar a la Seño Taqui (en aquel tiempo no se usaba la "k"). Poco a poco los nuevos inquilinos del aula comenzaron a sentarse alrededor de "la Seño" y Gustavo sintió en ese momento que le iban a salir muchos competidores por su nuevo amor. Así que se sentó junto a ella, le agarró con una mano su falda y decidió acompañar -con algunas palabras que sabía pronunciar- aquella melodía mágica...
Un recuerdo especial a mis "amiguitos del jardín", de los que poco a poco voy recordando quienes fuimos y donde nos perdimos.
Gustavo Sergio Dunat
Pascual Martínez
Laura Zignego
Mariana Schubert (así?)
Paula Miura
De nada le habían servido a la querida "Seño Taqui" los años de universidad ni toda la teoría que había estudiado en ella.
Era su primer trabajo en la profesión que siempre había soñado, y los días previos al inicio de curso había estado tanto o más ansiosa que cuando la habían dejado ir de viaje sola por primera vez.
Era capaz de ponerse en la situación de esas criaturitas desconsoladas con sentimientos de abandono, pero estaba tan bloqueada que era incapaz de encontrar una solución medianamente razonable.
Ponerse ella también a llorar no mejoraría la situación, pero era lo que su cuerpo le pedía.
Habría sido más fácil seguir entregando los cachorros de perritos en la veterinaria de su tío, donde las únicas condolencias se las daría al pobre perrito al momento de ser vendido a un cliente
"Yo tenía veintiún perritos,
uno lo vendí a un cliente.
No me quedan más que veinte."
- ¡Ya está! -pensó en voz alta.
Cantar siempre había sido una buena cura en momentos de tensión.
Primero echó un vistazo al aula y pensó: "ni en las mejores guerras podría haber tanto caos", pero la situación empezaba a parecerle divertida.
Uno de sus alumnos, Pablo Federico Agustín, después de llorar todo lo que pudo y más, decidió tumbarse en el suelo, con las manos enlazadas detrás de la nuca a echarse su siesta matutina y siguiendo su aplastante lógica: "Al mal tiempo, buena cara".
Caminó despacio hacia la zona acolchada, se sentó en el suelo y comenzó a cantar.
Gustavo, seguía de cerca a la que iba a ser el segundo gran amor de su vida -después, por supuesto, de su madre- ... su Seño. Y cuando la escuchó cantar, comenzó a imaginarse una fábrica de mamás y seños donde les enseñaban canciones, que espantaran los miedos y quitaran los mocos, porque no era posible que su mamá y su seño -a la que no había visto nunca- supieran la misma canción que tanto le gustaba.
Al parecer, Gustavo no era el único que estaba escuchando cantar a la Seño Taqui (en aquel tiempo no se usaba la "k"). Poco a poco los nuevos inquilinos del aula comenzaron a sentarse alrededor de "la Seño" y Gustavo sintió en ese momento que le iban a salir muchos competidores por su nuevo amor. Así que se sentó junto a ella, le agarró con una mano su falda y decidió acompañar -con algunas palabras que sabía pronunciar- aquella melodía mágica...
Un recuerdo especial a mis "amiguitos del jardín", de los que poco a poco voy recordando quienes fuimos y donde nos perdimos.
Gustavo Sergio Dunat
Pascual Martínez
Laura Zignego
Mariana Schubert (así?)
Paula Miura
Hernán Heichman
Juan Pablo Diorio (un dibujante como pocos)
Claudia Kablan
Celmar Chesini
Mario Capurro
Juan Pablo Diorio (un dibujante como pocos)
Claudia Kablan
Celmar Chesini
Mario Capurro
Alba Delavy
Manteca (chico) Larribey
Marcelo Bardallo
Marcelo Bardallo
Pablo Federico Agustín Carraud
Carlos Pausen
Me faltan algunos más y ya no me acuerdo ni como se escriben los apellidos…. Un beso o abrazo según corresponda..
Carlos Pausen
Me faltan algunos más y ya no me acuerdo ni como se escriben los apellidos…. Un beso o abrazo según corresponda..