viernes, 16 de diciembre de 2011

R.E.M. Automatic for the people (1992) Everybody hurts

Todo el mundo siente dolor




Cuando el día es largo y la noche

La noche es tu soledad

Cuando estas seguro que haz tenido suficiente

De esta vida, entonces resiste

No te dejes alejar

Porque todo el mundo llora

Y todo el mundo siente dolor algunas veces



Algunas veces todo es malo

Ahora es tiempo de cantar

Cuando tu día es noche sola

(resiste, manténte firme)

Si sientes como que te alejas (resiste)

Si piensas que haz tenido demasiado

De esta vida, entonces resiste



Porque todo mundo siente dolor

Toma consuelo en tus amigos

Todo mundo hiere

No tiendas tu mano

Oh no, no tiendas tu mano

Si sientes como que te alejas

No, no, no, no estás solo



Si estas solo en esta vida

Los días y noches son largas

Cuando piensas que haz tenido demasiado

De esta vida, mantenerse firme



Bueno, todo el mundo siente dolor algunas veces

Todo el mundo llora

Y todo hiere algunas veces

Y todo hiere algunas veces

Así que manténte firme, resiste

Manténte firme, resiste

Manténte firme, resiste

Manténte firme, resiste

(Todo mundo siente dolor)



No estás solo

domingo, 11 de septiembre de 2011

Amelia en su laberinto


Por Arnold Coss


Una calurosa mañana primaveral, Amelia, partió rumbo a su último día de clases. Preocupada por saber el resultado del examen de Contabilidad, que decidía su paso sin materias a rendir, al soñado y tan esperado quinto año.
Llegó a la escuela, sin pausa fue a su aula. Teóricamente, la lista de alumnos con las notas, estarían pegada en la ventana. Necesitaba un 9 y creía ciegamente en que lo había conseguido. La sorpresa fue encontrar el aula vacía, sin listas en sus ventanas, un pizarrón con el recuerdo escrito del turno anterior y nada más.
Tal era su apuro, que no reparó en la hora. Faltaban veinte minutos para el timbre y eso era una eternidad por aquellos días, más aún, si era el último día escolar del año.
Regresó por el pasillo central; rodeó el viejo aljibe en el centro del patio principal, pasó por la puerta de su ya añorado 3ro C, atravesó el ultimo pasillo y decidida arremetió a la sala de secretaría con una determinación poco usual. No solía ser tan determinante y mucho menos en la escuela, un espacio donde siempre se reservaba con especial cautela. Quizás por la bronca contenida al tener que ir a clases, sabiendo que le quedaban varias faltas para disfrutar, o por no confiarle a nadie sus nervios y haciendo un esfuerzo adicional, ingresó a la primera sala. No había nadie, mirá a su derecha, la puerta del salón de profesores estaba entornada, ingresa, tampoco se veía a nadie, solo esa larga mesa con sus diez sillas vacías, levanta la vista y en un instante se le ocurre que podía ir hasta el despacho del director.
No sabe que fuerza la instó a caminar derecho a la antesala de aquella temida oficina. Ingresa descuidada, instintivamente contiene la respiración, camina en puntas de pie, no sabe por qué. No debía tomar tantas precauciones, también sabe que no tiene ningún motivo para estar allí, todos sus años cultivando un bajo perfil y su rol bien aprendido de chica reservada, estaban transitado por un camino que no correspondía.
Tiempo después me juraría en medio de este relato, que el sabor de lo prohibido y la motivación especial al ser el último día de clases, hacía que aquello le fuera permitido, según su parecer.
Lo cierto es que sin ser muy conciente, se acercó sigilosa, como desconfiando de sus oídos, el corazón galopaba, la respiración le parecía ajena, no propia, la oía más profundamente, casi desde atrás. Ya estaba definitivamente en un terreno que no le era propio, estaba incómoda, no debía pero ya estaba ahí, no quería, pero…… de repente, un susurro la puso en guardia. Inmediatamente quiso identificar de donde provenía, era del otro lado de la puerta del despacho. Se acercó, más aún, no sabía por qué lo hacía, no tendría retorno un paso más, pero el deseo era irrefrenable, avanzó uno, dos y las gastadas maderas del parquet, resistieron sin sonidos sus sesenta kilos, la suerte estaba de su lado, al menos por el momento. Era evidente que alguien estaba del otro lado, el aire se espesaba, le costaba respirar en silencio, quería terminar con ese instante, desaparecer. Súbitamente varios quejidos, cortitos, emitidos como al descuido, casi inaudibles activaron su sentido de alarma. Imaginó de qué se trataba, la curiosidad iba en aumento, quería certezas, comenzó a transpirar, un quejido mayor, casi ronco llegó antes del segundo silencio absoluto y después nada, ni siquiera el ruido de la calle, nada absolutamente nada, un silencio profundo. Una mezcla de pánico por ser descubierta y un escalofrío que recorrió su espalda. Aunque quisiese, estaba tan cerca que no podía volver, tampoco avanzar. Ya era tarde para iniciativas arrebatadas.
Casi sin aire, tratando de mantener el equilibrio, allí estaba, como una estatua fuera de lugar, indecisa sin entender como llegó, sin saber como volver.
¿Fueron 10 segundos? No lo sabría, pareció una eternidad, del otro lado escuchó otro quejido, sonaba como un espasmo, nada más, ahí reaccionó, debía irse si o sí, pero seguía clavada al piso. Sus ojos saltones, estaban detenidos en la puerta entreabierta, pensó muchas cosas, nada coherente, quería carraspear, secarse el sudor de la frente, saber porque de pronto, también se sintió mojada en su intimidad, otra vez se estremeció.
La ansiedad es mala consejera, el miedo un mal compañero y la curiosidad, hace irresponsable lo racional. Eternos segundos sin tomar decisión, ahí, casi agazapada fue vista, ella intentaba ubicar nuevamente dentro de su corpiño uno de los más admirados y voluminosos pechos que se recuerden en ese colegio. Fueron llamas no miradas, vergüenza propia y ajena, pánico. Siguió petrificada, sin oxigeno y mareada, la habían descubierto y ahora, su vida quizás ya no sería la misma.
Pensó en un secreto compartido, se acordó de los amantes de María de las Mercedes Carreras, y sus corridas alocadas sin final. Retrocedió bruscamente, tropezó con la mesa ratona que adornaba el centro de la sala, sin saber con qué se golpeó en la frente, pero 8 puntos de sutura, dejaron un recuerdo imborrable, del más trascendente momento que sus diecisiete años recordaran.
Amigos, todo lo que en esa sala pasó, lo saben solo los actores principales, Amelia encontró sus quince segundos en el reparto de roles y no precisamente como invitada especial.
Calló el episodio por muchos años, no por vergüenza, no por reservada, no por intriga, solamente por falta de color a su relato, no le encontraba forma, tampoco su imaginación daba como para detalles, le faltaba la experiencia “divina”, los arrebatos sexuales de una adolescente en celo, las corridas y frenadas alocadas de quien hace algo por instinto y no por el uso racional de sus sentidos.
Esta historia podría ser real, podría estar enmarcada en un clásico cuento de bar con algunas cervezas de por medio, pero no, nace y queda acá, a unas cuadras del viejo tanque de aguas sanitarias, ese pegado a la residencia ocasional del actor principal y el de su esposa intachable, educadora como pocas, increíblemente paciente, lo sé, me enseñó como nadie, las letras fueron su sustento emocional, un equilibrio justo entre tanto arrebato.
Algunos sabemos de quien se trata, detalles no abundan pero alcanzan. Amelia hoy no tiene una vida muy distinta a la de aquellos años, pero sabe de secretos y eso mis amigos es un buen precedente. Hubo más detrás de aquella escena final con corridas, apositos con gasas, vendas y la llegada apurada a la sala de espera del Hospital San Antonio, con una toalla bañada en sangre, pero esa será la historia secreta de otro recuerdo de pronóstico reservado.

viernes, 17 de junio de 2011

por Roberto Carlos


Mi querido, mi viejo, mi amigo

 

Esos tus cabellos blancos, bonitos

ese hablar cansado, profundo

que me lee todo lo escrito

y me enseña tanto del mundo.



Esos pasos lentos que ahora

caminando siempre conmigo,

ya corrieron tanto en la vida

mi querido, mi viejo, mi amigo.



Esa vida llena de historias

y de arrugas marcadas por el viento,

recuerdos de antiguas victorias

son lágrimas lloradas al viento.



Tu voz dulce y serena me calma,

y me ofrece refugio y abrigo,

va calando dentro de mi alma,

mi querido, mi viejo, mi amigo.



Tu pasado vive presente

en las experiencias sentidas,

y en tu corazón consciente

de las cosas bellas de la vida.



Tu sonrisa franca me anima

tu consejo sabio me cría

abro el corazón y te digo

mi querido, mi viejo, mi amigo.



Yo, te he dicho casi todo,

y casi todo es poco,

frente a lo que yo siento.



Mirando tus cabellos

tan bonitos

abro el corazón

mi querido, mi viejo, mi amigo…

Mirando tus cabellos

tan bonitos

abro el corazón

mi querido, mi viejo, mi amigo…

Mirando tus cabellos

tan bonitos

abro el corazón

mi querido, mi viejo, mi amigo…








martes, 17 de mayo de 2011

Qué de Ti, Qué de Mi

Se lo tome prestado a Sol Pereda: (Espero no le moleste)

Anoche
mientras me hablabas,
me hallaste con el alma
en otra mirada…

La tenue luz sin alba
te advirtió
que entre nosotros
ya sobraban
hasta las palabras.

Entre los sueños
y las verdades
que sólo ofrece el reposo
entre mis sábanas
hoy te escribo:

Más que lo que tú me das
es lo que yo permito recibir...


Y en esta vuelta de tuerca
nos encontramos,

que ni tú adivinas
en saber qué ofrecerme…

…ni yo acierto en abrazar
qué de ti querría quedarme.