viernes, 10 de febrero de 2012

"La Pirata" - Ultima Parte

por Arnold Coss


Fueron necesarios varios intentos para que Clara María de las Mercedes Carreras, se diera cuenta que no iba a ser nada fácil trasladarse. Su andar, perdía una pieza fundamental y su pierna derecha, sería el trofeo de guerra del enemigo. Era alto el precio pagado por la infantil osadía, pretender conquistar lo prohibido. Pero ya era tarde para lamentos, el juego no fue tal y las consecuencias serían de por vida.
Su hermano Pedro, como representante de la familia, fue el único que se apiadó de su condición y transitó los 20 km. en el sulky para enterarse de cómo andaba “La Clarita”.
Ella resistió la primera tentación de dejarse morir en el olvido, pero su voluntad de vida la obligó a una nueva oportunidad. Muchas veces tirada en el catre, repaso esos días, y siempre terminaba el recuerdo con un insulto lanzado al aire, como para que no quedaran dudas, que morirse si hubiese tenido el coraje, hubiese sido lo mejor.
Sin dinero sería difícil acomodarse en alguna pieza. Volver a su antigua casa no estaba en los planes, a partir de ese momento, todo su pasado debía quedar muerto y sepultado.
El Padre Ramón Ángel, le ofreció quedarse en el cuarto de la capilla unos días y ella accedió por instinto. La procesión iba por dentro y su odio se acrecentaba  día a día.
Superó verse por primera vez en el espejo de pié y la imagen que éste le devolvió terminó por destrozar la poca autoestima que le quedaba.
Su hermano Pedro, ya se había vuelto a sus pagos, casi sin intercambiar palabras, nada había para decir por parte de él, nada había para contar departe de ella y así en soledad comenzó a desandar un camino de tormentos.
El Cura, la retuvo unos días en la iglesia, pero el dedo acusador e inquisidor de las mujeres que transitaban día y noche por la parroquia, terminó de convencerla que ese no sería su lugar de residencia. Además, Dios ya no formaba parte de sus plegarias, lisa y llanamente porque había dejado de existir.
Durante un tiempo deambulo sin rumbo fijo. El tiempo que le duró ensuciar la ropa con la que salió de la iglesia, más la que tenía en su pequeño bolso, fue el que más despreocupada había andado por la vida. Sus veintitrés años, pesaban implacables en su espalda y la angustia de la soledad ya no la perseguía, ahora caminaba a su lado.
Hay un tiempo borroso, casi sin recuerdos, días olvidados, días sin sentido, sin deseos, sin presente y mucho menos sin futuro.
A principios de los sesenta, el destino la encontró alejada de todo sentimiento, sus días transcurrían como espasmos. Conseguía algunas limosnas, comía cuando podía y administraba muy bien sus escasos recursos.
Una mañana la encontró mirando salir el sol suavemente en el horizonte, en un acto reflejo sintió que nuevamente tenía su pierna y se levanto tan rápido como pudo no quería que ese mágico momento se desvaneciera, pero la realidad fue otra y allí cayó. En aquel instante se prometió nunca más llorar y nunca más dejarse llevar por sensiblerías. El mágico momento se había transformado definitivamente en la partida de defunción de todo aquello que conoció como emoción.
Los sesenta pasaron sin ton ni son. Los setentas trajeron nuevas modas, nuevas tecnologías, nuevas vidas, pero María Clara de las Mercedes, sostenía en sus hombros los mismos pensamientos nefastos sobre su suerte y los invisibles grilletes atados a sus tobillos, la demoraron en todos sus intentos por escapar, era evidente que no se quitaría la vida, al cabo - no era mucho lo que tenía para quitarse – solía decir cada tanto.
El “manco” Bidegain, un día la vio intentando entrar al bar de Pocho Falher, que quedaba al fondo de la calle 25 de Mayo a una cuadra y media de donde ahora están los bomberos voluntarios. Mientras arrimaba la bicicleta al cordón le susurro como al paso. – La convido una copa buena moza si un beso sale de su boca. Aquellas palabras fueron el principio de una nueva vida. El alcohol ya formaba parte de su vida, ahora la prostitución sería su nueva aliada.
En algún otro relato, seguro les contaré detalles pormenorizados, de aquel encuentro amoroso!? Pero lo importante de este día es saber como terminó de gestarse definitivamente en su cuerpo la nueva condición de prostituta.
Clientes, como siempre había, lugar para estirarse un rato también, y a los pendejos no les importaba mucho la imagen de la pierna que le faltaba.
Con el tiempo fue conociendo los detalles claves de cómo hacer para no exponerse, el tema no era tanto antes sino después, una vez consumado el acto.
Como dije las técnicas fueron aprendidas eficientemente, sabía como y donde tocar y si era necesario le daba un plus. Su figura seguía siendo interesante, sobre todo cuando bañada y perfumada con el influyente 7 brujas daba rienda suelta a todo el repertorio aprendido en incontables noches de sexo.
Para muchos de nosotros, pequeños adolescentes recién salidos al mundo de los adultos, los favores amorosos de “la pirata”, se convertían en una enciclopedia prohibida de la época. Fuimos varios los que aprendimos las primeras sensaciones, las primeras caricias nerviosas, los primeros temblequeos en las rodillas y la gran sensación de terminar con la espera. El carné de macho se sacaba en un santiamén y sin requisitos y por una módica suma.  
Dejo de ser Clara María de las Mercedes Carreras, hacía mucho, tanto que no me extrañaría que en sus últimos días se haya olvidado de su nombre. Para todos era y fue “La Pirata”, con una vida dura pero que no siempre fue así.
No fui a su funeral, pero me contaron que pocos se enteraron de su muerte, no hubo lágrimas ni adióses, el Padre Pancho, la despidió con ternura, sabiendo de las desventura sufridas, - Descansa en paz hija. La recordó como una gran señora, aunque sabía de su alejamiento total de creencias religiosas.
Las mínimas pertenencias, fueron botín de su sucesora en la pieza del fondo. Y ahí queda la imagen de una mujer luchadora, crítica de la vida y con penas sufridas sobre otros tantos dolores.
Me contaron que Pedro, se enteró de casualidad y brindo a su memoria, ninguno de sus otros hermanos vivía y sus padres habían muerto hacía tiempo.
Si algún día, anda por el cementerio de Gualeguay, pase por su tumba, está entrando a la derecha, siguiendo hasta el fondo, es el tercer nicho, nunca vi flores, ni siquiera marchitas, solo un vaso de plástico vacío, pegado con cemento, al pié de la lápida. Su nombre casi borrado por las inclemencias del tiempo y sin ninguna placa, nada, absolutamente nada. Como que su paso por esta tierra no hubiese existido. Hoy he intentado rescatar de la memoria a María Clara de las Mercedes Carreras, porque su memoria se lo merece y porque todos aquellos que hicieron uso y abuso de sus favores, debieran mirar al cielo y pronunciar una plegaria en su nombre, después de todo, fue una laburante del oficio, más antiguo de la historia humana.
-         No quiero hijos - repetía sin muchos argumentos,  - no quiero familiares, no quiero amigos – continuaba a modo de sentencia, - Para qué los quiero, si nadie me va a llevar una flor.
 Así fue nomas, nadie fue y seguro nadie irá de visitas, o tal vez, este recuerdo vuelva piadosa algún alma que ande por ahí.


Nota: Esta historia, tiene 2 capítulos anteriores: Un Secreto Conocido y La Pirata sus primeros pasos Parte I