martes, 10 de julio de 2012

Un pasado y sus amores

por Arnold Coss

Cuando conocí a Carolina, inmediatamente me asalto esa sensación de deseo. Su figura, sin mucho volumen, quizás no dejaba que se apreciara realmente como era. Su pelo negro enrulado, irresistible y seductor cuando se lo presentaba húmedo, con ese olor tan característico a vainilla suave. Su rostro era perfecto, su mirada tranquila, le ponía el broche ideal a sus ojos negros sin final. Verla sonreír era el mejor regalo, sus labios tan finos y sutiles encantaban a cualquier fiera indomable, que quisiera atraparla.

Tuvo muchos amores, algunos los conocí y de otros, solamente escuche sus historias, veré si puedo recordarlos tal cual me vienen los recuerdos.

El primero que aparece es el Sr. (vamos a llamarlo) Divertido.  Se fue haciendo mayor a medida que pasaron los años.  Sabía que lo quiso mucho, casi tanto como el dolor que le causó su ausencia, pero no dejo de ser un amor de primeriza, en el que pudo confundir todo con las hormonas revueltas por una gran pasión. Su pelo ahora es cano y ha dejado de ser el aprendiz de vividor que fuera, para sentarse en el gran sillón del “Señor”. Su risa contagiosa, es la misma; su sonrisa que enamora, aún la conserva. Ella lo ha visto y sabe que la vida lo ha tratado bien, por supuesto está contenta con eso.

Al Sr. Divertido le sobrevino un tal Sr. Psicópata, un ser con quien compartió tres años de su vida y se pasó los tres preguntándose qué es lo que realmente querían los dos. Cuando lo descubrió, supo que la mejor idea era perderlo de vista. Su enfermedad no fue diagnosticada en forma oficial, pero ella que no tenía ni un pelo de tonta, supo atar  los cabos sueltos y se la diagnostico, segurísima de no equivocarse. Ahora está  totalmente calvo limitando sus hazañas de escaladas a la subida y bajada de alguna que otra escalera de boliche en decadencia y sigue ganándose la vida con su honorable profesión de Abogado.

Cuando el Sr. Equilibrio apareció en su vida, ella estaba reluciente, era su mejor momento, transmitía paz y seducción casi sin proponérselo. El permanece igual, sin alteraciones aparentes, sereno, buscando el amor y compañía de una mujer sumisa, que entienda que ser florero tiene su encanto, pero ella siempre se negó a aceptarlo. Sigue inalterable el ritmo de su envidiable vida sin obligaciones, excepto disfrutar de su quinta, sus caballos y su tranquilidad, porque dejó en el camino de la vida, cualquier sujeto y  pronombre que no sea “yo” y/o ”mi”, él primero, él segundo, él tercero, él único. Lo cierto es que aún (lo sé) ella lo mira con mucho cariño; 5 años compartidos, en los que pasaba de ser florero a reclamadora encarnizada de sus derechos básicos, con una fluidez sin pausas, han supuesto muchas vivencias, y  la verdad, si no fuese por tanto egoísmo demostrado, él hubiese sido sin dudas la mejor historia de amor en su vida.

Cuando le conocí al Sr. Mentiras me reí con ganas, este muchacho llegaba en un momento equivocado y a ella la vi cansada. El caso es que también se puso a revolotear, analizando desde la altura de su sillón de psiquiatra al resto de los personajes comentados. Le observé su sonrisa picarona que sagazmente emitía un diagnóstico sobre cada uno de los anteriores, y me pareció percibir una ligera complicidad con el Sr. Psicópata, quizás por compartir la misma enfermedad, en la que la locura y la mentira vuelven loco a cualquiera que los trata. Hace poco me lo cruce y no ha cambiado demasiado; sigue llevando el disfraz de cordero para disimular la locura que lleva adentro. Se cree en el sueño de ser el lobo feroz con el que sueñan todas las mujeres. Lo cierto es que su estrategia le da resultados; fugaces por su constante necesidad de seguir enamorando como receta para mantener la hombría que la naturaleza le está negando, pero resultados al fin y al cabo. 

Me di cuenta como observaba envidioso el equilibrio del Sr. Equilibrado, del que tanto ha oído hablar y al que tanto ha criticado.
Ella jugó un rato también con sus sentimientos, pero en la disputa, salió perdiendo. Me confesó que no podía engañarse y reconocer la puntada de dolor por tanto amor que este maestro de la seducción le desató.
Derramó lagrimas enloquecida sobre su pecho, ahí justo arriba de su  corazón helado, como el de cualquier otro psicópata. Aun se que sigue intentando perdonarse tanta torpeza en la entrega, pero, en definitiva, su amor fue limpio y sano como él le reclamó, y eso, aunque no compensa ni justifica tanto dolor, la calma en sus pensamientos.

Entre todos estos Señores, cada tanto, aparecía en momentos fugaces, mi buen amigo el Sr. Aventura. Este personaje, sin ataduras ni moldes, se conformaba, aún compartiendo un rato de su pasión. Aventura, la desquicio hasta lo inimaginable en sus primeros encuentros, hasta que comprendió como funcionaba y allí lo dejo volar y por supuesto SIEMPRE, lo dejo volver a anidar en su cama. Fueron necesarios muchos encuentros para poder tolerar sus partidas, pero nunca superó el balbuceo que le provoca el solo hecho de escuchar su voz del otro lado de la línea.
Seguramente Aventura, tenga muchas otras Carolinas invitadas a sus fiestas, pero estoy convencido que ella ocuparía siempre el sillón de la derecha en la mesa de sus conquistas. Este Señor, de reputación de amante bien ganada, (entre sus victimas), tiene la delicada particularidad de moverse entre ellas solamente mirando, cómplice y con el record absoluto, de jamás haber sido descubierto.

Me queda la vaga esperanza de considerar que, ojalá alguna vez mi amiga Carolina, encuentre su verdadero y sano amor. Seguramente, tendrá una mezcla bastante rara y un toque de cada uno de sus anteriores, pero de eso que se ocupe ella, yo cumplí con mi parte de recordarle su pasado.