viernes, 5 de octubre de 2012

Un verdadero baño de mierda


por Arnold Coss
 
La historia que les voy a contar sucedió en un pueblo cercano a mi Gualeguay natal, pero también podría contarlo como que ocurrió en cualquier otro pueblo y como en todo pueblo la historia que les contaré, ha pasado de boca en boca por mucho tiempo y solamente unos poco privilegiados conocemos la real verdad. Este relato no tiene nada en común con mis anteriores contados en este blog, diría más bien que se parece un poco al estilo de mi buen amigo Denaday, que cada tanto expone aquí mismo, algo de su autoría.

Esta historia, que llego a mis oídos hace ya unos años, me fue contada por un testigo ocular y esa experiencia le costó bastante horas de sueño. Esta fuente recuerda cada momento como algo propio, pero se encargó de manifestarme en reiteradas oportunidades que él solamente fue un testigo y aunque las imágenes le hayan quedado atrapadas en su mente como agarradas con ganchos, por estos tiempos, prefiere evitar el recuerdo.

Cuando uno está en el lugar de los hechos tiende a argumentar con el matiz de su propia percepción y el relato de ese momento puede  se tan interesante como el relator quiera que sea, pero Fernando E., no abunda en detalles y menos con este tema, ustedes cuando lo lean, sabrán entender el porqué.

La diversión para mis amigos Claudio T. y José S. había comenzado desde temprano. Ese sábado, arrancó con mesa de truco y por supuesto una abundante picada, donde los salames, chorizos secos y queso de chancho no faltaron, por supuesto, que todo eso era acompañado con unas Quilmes, recién saliditas de la heladera. Al medio día las achuras tomaban color en la parrilla y el asado de tira era como la vedette esperada. Toda esta comida había sido devorada por unos pocos comensales, entre ellos mis amigos mencionados y yo. El postre salió como siempre, buena cantidad de queso cuartirolo y por supuesto un maravilloso dulce de batata con chocolate marca Arcor, ese que viene en lata. El asado perfecto había sido consumado, ya para las 4 PM no quedaba nadie sin sus límites alcohólicos superados, el Termidor en tetra, estaba haciendo estragos.

Cada vez que estos protagonistas se juntaban, algo sucedía, bueno o malo, algo pasaba, y ese algo por lo general no era una historia sencilla de narrar, sino que tenía buenos condimentos para analizar, una especie de diván abierto al público. Ese día en particular, ya desde temprano, pintaba como para pasar a la historia y sin dudas así fue.

La tarde transcurrió de la misma manera como arrancó la mañana, un par de kilos de helado de Bahílo terminaron por “asentar” un estómago que por esas horas, sufría con cada nuevo bocado incorporado. Entrada la noche ya bañados y cambiados, nos reunimos en lo de Julio a tomar unos Gancias con maníes y unas nueces recién cosechadas, un lujo para aquel momento y ni hablar para estos días.  Los hechos de aquí en más se suceden en forma apresurada, por eso quiero detenerme en detalles, que seguro serán importantes repasar, luego de leer el final de esta historia.  Los muchachos en cuestión como ya anticipara, eran viejos amigos de parranda, que andaban celebrando un negocio que les había resultado bien y como era de esperar, se despacharon con un pucherazo con todo lo que se imaginen, carne de vaca, cerdo, pollo, zapallo, verduras, choclo, etc, etc. que el padre de Julio había empezado a preparar desde temprano. En fin, sus estómagos parecían dignos de una embarazada de 5 meses.

Cómo teníamos que esperar a que trascurriera las horas, ya que el boliche Benidorm, abría como a la una, se les ocurre ir a la “Casita Prohibida” el único burdel de poca monta, que por esos años había y tenía chicas un poco más limpias que su antecesora “La Guampa de Oro”.  Era una noche fresca de primavera, como las de ahora, así igualitas, de día, un lindo calorcito estando al sol, pero de noche sino nos ponemos un buen abrigo, seguro lo vamos a lamentar.

José S. y Claudio T., eran conocidos en el lugar, por lo que gozaban de algunos privilegios de cliente frecuente, hoy diríamos que serían vistos como clientes VIP. Solamente Fernando E. los había acompañado, el resto nos fuimos cada uno a su casa. Yo no había querido ir, porque no me sentía bien, todo lo comido y bebido me había pasado factura.

Estaban de lo mejor, acompañados por tres chicas voluptuosas y emparentadas de forma directa con Patricio, el querido amigo de Bob Esponja, las muchachas tenían más sed que pirata con diabetes.

Mis amigos tomaban como que el mundo se iba a acabar. Dice mi amigo Fernando E. que empezaron con un par de Paddy cada uno y ahí, más o menos perdió la cuenta de que más tomaron, alguien subió el volumen de la música y los Wawanco sonaron con sus clásicas cumbias. Es en este momento donde se empiezan a suceder los acontecimientos como disparados de la memoria y es en ese instante cuando a mi amigo José S. le vinieron de repente, dolorosos retortijones, por lo que disimuladamente le pidió a una de las chicas  un baño que no sea el público, entrar a ese, sería inhumano y uno puede estar en pedo y medio perdido, pero no es suicida.

Con la convicción que se lo iba a llevar a las habitaciones luego del baño, la muchacha lo guio a un servicio que ocupaban ellas. Nuestro repleto y ebrio amigo le dijo que se iba a demorar un poco. Así que la muchacha se volvió a la mesa.

Se le venía la noche a nuestro héroe. Para empezar el lugar no tenía luz, así que empezó a buscar el inodoro con un encendedor. Al mismo tiempo se da cuenta que no solo no hay papel, sino que hay un par de soretes flotando, además no había agua en el balde con el cual se “debiera” vaciar luego de hacer las necesidades. Es decir la cosa se estaba poniendo difícil de resolver.

El tipo no aguantaba el vendaval de mierda que se venía, así que trató de pensar rápido y vio la bañadera, vieja y medio oxidada, pero con el recipiente justo para el depósito que con tanta urgencia necesitaba hacer. Como pudo, se acomodó en el canto de la bañadera, con los pantalones bajos haciendo equilibrio, apoyado con una mano contra la pared, el mareo del alcohol se hacía sentir. Algunos sólidos iniciales deben haber tapado el desagüe, por lo que se empezó acumular lo evacuado que se mezclaba con el pis y el agua acumulada en la base, lo que salió después fue digno de un concierto y la satisfacción de poder hacerlo era fantástica. Pero, lo peor estaba por venir. En cosa de segundos su amigo Claudio T. entra preocupado al lugar, por supuesto tampoco veía demasiado, solamente en penumbras fue tanteando por la pared, en busca de poder orinar con urgencia.

-¿Estás ahí boludo?

-Si, estoy cagando en la bañadera, el inodoro está con mierda y tapado.

Ese fue el breve diálogo y acto seguido Claudio T. un poco por el pedo, otro poco por tropezarse con la maldita tabla atravesada que estaba en el piso, para tapar precariamente el agujero del desagüe y finalmente por la oscuridad, se va sin escalas encima de su amigote. No puedo imaginar el momento, me asquea el solo pensarlo, pero mis amigos, siempre en el relato de Fernando E. ambos caen dentro de la bañadera sobre esa asquerosa mezcla, al momento que Claudio T. empieza a vomitar en forma compulsiva y sin control, sobre la humanidad de José S. que se engrudaba enterito en ese pastiche nauseabundo y asqueroso.

Dentro de la bañadera los dos borrachos se empiezan a revolcar como luchadores en un  ring lleno de barro, para tratar de pararse, pero los pantalones a media asta impedían que se puedan incorporar. Cuando ya estaban completamente cubiertos hasta el cuello de mierda aparecen dos de las chicas.

Como todo lugar de dudosa reputación, el sistema de la luz tenía una maña. Las chicas alumbraron el baño y la imagen mis queridos lectores no puede haber sido más espantosa, a los gritos, corrieron desesperadas para llamar al “patrón” que él vea también aquella escena sin igual.

-llama al Tata y al Teco urgente, saquen a estos pelotudos de acá. Reclamaba a los gritos, mientras se tapaba la nariz tratando infructuosamente de impedir oler, según sus dichos,  la mezcla más asquerosa que hubiese visto en años. Viniendo de quien venía la acotación eso tiene que haber sido un verdadero desastre, un tipo acostumbrado a sacar mamados, cagados, meados y otros “ados”. Los dos matones de cerebro acotado, trajeron una alfombra, era la misma que habían tirado hacía unos días por estar vieja y sucia, creo que no hace falta que les cuente mis dudas sobre el estado mugriento de aquella, ¿¡alfombra!? Realmente cabe la frase, “llovido sobre mojado”.  

Nuestros amigos, según siempre el relato de Fernando E., no salían de la bañadera cuando llegan los otros tipos con la alfombra, se la ponen encima y los envuelven cual pionono de tamaño familiar. Entre los tres los llevaron hasta la puerta principal y fueron lanzados a la calle tal cual, así medio en bolas, cagados, vomitados y envueltos en una manta grasienta, llena de cuanto bicho y alimaña tuviese el atrevimiento de posarse allí.

Fernando E., me relató la triste historia y me decía que los vio en la calle cuando se incorporaban de tan humillante situación. Los dos lloraban mientras trataban de subirse los pantalones y se limpiaban como reflejo condicionado. Estaban cubiertos de mierda y vómito. Para colmo de repente la noche se cerró y la frutilla del postre a tan fría madrugada fue la incipiente llovizna, que como de la nada, aparecía sin ser invitada. Según cuentan, Claudio T. y José S., no volvieron más al lugar, la vergüenza los acompañó por mucho tiempo. Esto que les relato se sabe entre algunos amigos y algún que otro convidado de piedra. Por supuesto que los actores principales siempre negaron los hechos y con cara de asombrados, desmentían semejantes inventos salidos de la imaginación perversa de algún trasnochado. 
 
PD: Por razones obvias esta historia va sin fotografía alusiva.