martes, 16 de octubre de 2012
viernes, 5 de octubre de 2012
Un verdadero baño de mierda
por Arnold Coss
La historia que les
voy a contar sucedió en un pueblo cercano a mi Gualeguay natal, pero también
podría contarlo como que ocurrió en cualquier otro pueblo y como en todo pueblo
la historia que les contaré, ha pasado de boca en boca por mucho tiempo y solamente
unos poco privilegiados conocemos la real verdad. Este relato no tiene nada en
común con mis anteriores contados en este blog, diría más bien que se parece un
poco al estilo de mi buen amigo Denaday, que cada tanto expone aquí
mismo, algo de su autoría.
Esta historia, que
llego a mis oídos hace ya unos años, me fue contada por un testigo ocular y esa
experiencia le costó bastante horas de sueño. Esta fuente recuerda cada momento
como algo propio, pero se encargó de manifestarme en reiteradas oportunidades
que él solamente fue un testigo y aunque las imágenes le hayan quedado
atrapadas en su mente como agarradas con ganchos, por estos tiempos, prefiere
evitar el recuerdo.
Cuando uno está en
el lugar de los hechos tiende a argumentar con el matiz de su propia percepción
y el relato de ese momento puede se tan
interesante como el relator quiera que sea, pero Fernando E., no abunda en
detalles y menos con este tema, ustedes cuando lo lean, sabrán entender el
porqué.
La diversión para
mis amigos Claudio T. y José S. había comenzado desde temprano. Ese sábado,
arrancó con mesa de truco y por supuesto una abundante picada, donde los
salames, chorizos secos y queso de chancho no faltaron, por supuesto, que todo
eso era acompañado con unas Quilmes, recién saliditas de la heladera. Al medio
día las achuras tomaban color en la parrilla y el asado de tira era como la
vedette esperada. Toda esta comida había sido devorada por unos pocos comensales,
entre ellos mis amigos mencionados y yo. El postre salió como siempre, buena
cantidad de queso cuartirolo y por supuesto un maravilloso dulce de batata con
chocolate marca Arcor, ese que viene en lata. El asado perfecto había sido
consumado, ya para las 4 PM no quedaba nadie sin sus límites alcohólicos
superados, el Termidor en tetra, estaba haciendo estragos.
Cada vez que estos
protagonistas se juntaban, algo sucedía, bueno o malo, algo pasaba, y ese algo
por lo general no era una historia sencilla de narrar, sino que tenía buenos
condimentos para analizar, una especie de diván abierto al público. Ese día en
particular, ya desde temprano, pintaba como para pasar a la historia y sin
dudas así fue.
La tarde
transcurrió de la misma manera como arrancó la mañana, un par de kilos de
helado de Bahílo terminaron por “asentar” un estómago que por esas horas,
sufría con cada nuevo bocado incorporado. Entrada la noche ya bañados y
cambiados, nos reunimos en lo de Julio a tomar unos Gancias con maníes y
unas nueces recién cosechadas, un lujo para aquel momento y ni hablar para
estos días. Los hechos de aquí en más se
suceden en forma apresurada, por eso quiero detenerme en detalles, que seguro
serán importantes repasar, luego de leer el final de esta historia. Los muchachos en cuestión como ya anticipara, eran
viejos amigos de parranda, que andaban celebrando un negocio que les había
resultado bien y como era de esperar, se despacharon con un pucherazo con todo
lo que se imaginen, carne de vaca, cerdo, pollo, zapallo, verduras, choclo, etc,
etc. que el padre de Julio había empezado a preparar desde temprano. En fin,
sus estómagos parecían dignos de una embarazada de 5 meses.
Cómo teníamos que
esperar a que trascurriera las horas, ya que el boliche Benidorm, abría como a
la una, se les ocurre ir a la “Casita Prohibida” el único burdel de poca monta,
que por esos años había y tenía chicas un poco más limpias que su antecesora
“La Guampa de Oro”. Era una noche fresca
de primavera, como las de ahora, así igualitas, de día, un lindo calorcito estando
al sol, pero de noche sino nos ponemos un buen abrigo, seguro lo vamos a
lamentar.
José S. y Claudio
T., eran conocidos en el lugar, por lo que gozaban de algunos privilegios de cliente
frecuente, hoy diríamos que serían vistos como clientes VIP. Solamente Fernando
E. los había acompañado, el resto nos fuimos cada uno a su casa. Yo no había
querido ir, porque no me sentía bien, todo lo comido y bebido me había pasado
factura.
Estaban de lo
mejor, acompañados por tres chicas voluptuosas y emparentadas de forma directa
con Patricio, el querido amigo de Bob Esponja, las muchachas tenían más sed que
pirata con diabetes.
Mis amigos tomaban
como que el mundo se iba a acabar. Dice mi amigo Fernando E. que empezaron con
un par de Paddy cada uno y ahí, más o menos perdió la cuenta de que más tomaron,
alguien subió el volumen de la música y los Wawanco sonaron con sus clásicas
cumbias. Es en este momento donde se empiezan a suceder los acontecimientos
como disparados de la memoria y es en ese instante cuando a mi amigo José S. le
vinieron de repente, dolorosos retortijones, por lo que disimuladamente le pidió
a una de las chicas un baño que no sea el
público, entrar a ese, sería inhumano y uno puede estar en pedo y medio
perdido, pero no es suicida.
Con la convicción
que se lo iba a llevar a las habitaciones luego del baño, la muchacha lo guio a
un servicio que ocupaban ellas. Nuestro repleto y ebrio amigo le dijo que se
iba a demorar un poco. Así que la muchacha se volvió a la mesa.
Se le venía la
noche a nuestro héroe. Para empezar el lugar no tenía luz, así que empezó a
buscar el inodoro con un encendedor. Al mismo tiempo se da cuenta que no solo
no hay papel, sino que hay un par de soretes flotando, además no había agua en
el balde con el cual se “debiera” vaciar luego de hacer las necesidades. Es
decir la cosa se estaba poniendo difícil de resolver.
El tipo no
aguantaba el vendaval de mierda que se venía, así que trató de pensar rápido y
vio la bañadera, vieja y medio oxidada, pero con el recipiente justo para el
depósito que con tanta urgencia necesitaba hacer. Como pudo, se acomodó en el
canto de la bañadera, con los pantalones bajos haciendo equilibrio, apoyado con
una mano contra la pared, el mareo del alcohol se hacía sentir. Algunos sólidos
iniciales deben haber tapado el desagüe, por lo que se empezó acumular lo
evacuado que se mezclaba con el pis y el agua acumulada en la base, lo que
salió después fue digno de un concierto y la satisfacción de poder hacerlo era
fantástica. Pero, lo peor estaba por venir. En cosa de segundos su amigo Claudio
T. entra preocupado al lugar, por supuesto tampoco veía demasiado, solamente en
penumbras fue tanteando por la pared, en busca de poder orinar con urgencia.
-¿Estás ahí boludo?
-Si, estoy cagando
en la bañadera, el inodoro está con mierda y tapado.
Ese fue el breve
diálogo y acto seguido Claudio T. un poco por el pedo, otro poco por tropezarse
con la maldita tabla atravesada que estaba en el piso, para tapar precariamente
el agujero del desagüe y finalmente por la oscuridad, se va sin escalas encima
de su amigote. No puedo imaginar el momento, me asquea el solo pensarlo, pero
mis amigos, siempre en el relato de Fernando E. ambos caen dentro de la
bañadera sobre esa asquerosa mezcla, al momento que Claudio T. empieza a
vomitar en forma compulsiva y sin control, sobre la humanidad de José S. que se
engrudaba enterito en ese pastiche nauseabundo y asqueroso.
Dentro de la bañadera
los dos borrachos se empiezan a revolcar como luchadores en un ring lleno de barro, para tratar de pararse,
pero los pantalones a media asta impedían que se puedan incorporar. Cuando ya
estaban completamente cubiertos hasta el cuello de mierda aparecen dos de las
chicas.
Como todo lugar de
dudosa reputación, el sistema de la luz tenía una maña. Las chicas alumbraron
el baño y la imagen mis queridos lectores no puede haber sido más espantosa, a
los gritos, corrieron desesperadas para llamar al “patrón” que él vea también
aquella escena sin igual.
-llama al Tata y al
Teco urgente, saquen a estos pelotudos de acá. Reclamaba a los gritos, mientras
se tapaba la nariz tratando infructuosamente de impedir oler, según sus dichos,
la mezcla más asquerosa que hubiese
visto en años. Viniendo de quien venía la acotación eso tiene que haber sido un
verdadero desastre, un tipo acostumbrado a sacar mamados, cagados, meados y
otros “ados”. Los dos matones de cerebro acotado, trajeron una alfombra, era la
misma que habían tirado hacía unos días por estar vieja y sucia, creo que no
hace falta que les cuente mis dudas sobre el estado mugriento de aquella,
¿¡alfombra!? Realmente cabe la frase, “llovido sobre mojado”.
Nuestros amigos,
según siempre el relato de Fernando E., no salían de la bañadera cuando llegan
los otros tipos con la alfombra, se la ponen encima y los envuelven cual pionono
de tamaño familiar. Entre los tres los llevaron hasta la puerta principal y
fueron lanzados a la calle tal cual, así medio en bolas, cagados, vomitados y
envueltos en una manta grasienta, llena de cuanto bicho y alimaña tuviese el
atrevimiento de posarse allí.
Fernando E., me relató
la triste historia y me decía que los vio en la calle cuando se incorporaban de
tan humillante situación. Los dos lloraban mientras trataban de subirse los
pantalones y se limpiaban como reflejo condicionado. Estaban cubiertos de
mierda y vómito. Para colmo de repente la noche se cerró y la frutilla del
postre a tan fría madrugada fue la incipiente llovizna, que como de la nada,
aparecía sin ser invitada. Según cuentan, Claudio T. y José S., no volvieron
más al lugar, la vergüenza los acompañó por mucho tiempo. Esto que les relato
se sabe entre algunos amigos y algún que otro convidado de piedra. Por supuesto
que los actores principales siempre negaron los hechos y con cara de asombrados,
desmentían semejantes inventos salidos de la imaginación perversa de algún trasnochado.
PD: Por razones obvias esta historia va sin fotografía alusiva.
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