por Arnold Coss
Desde pequeñas, Carmen y
Valentina, habían notado sensibles diferencias personales a pesar de haber
nacido mellizas. Desde el vamos, su mamá Raquel, opto por el nombre de Carmen,
que al entrado los ochenta sonaba a nombre de décadas pasadas, sin embargo
Valentina era un nombre que de por sí sonaba a futuro como si quisieras salir
rápido al mundo para explorarlo y sentirlo.
Nadie se propuso que ellas fuesen
distintas, pero la vida las fue exponiendo naturalmente y las diferencias
afloraban en casi todos los aspectos,
salvo en su nivel intelectual ambas profesionales de altas calificaciones y en
el amor por su familia.
Carmen desde temprana edad, se
acostumbró a permanecer firme en sus convicciones y su concentración en los
detalles de la vida cotidiana, la mostraron inmediatamente en el rol de
responsable y segura, imagen que nunca estuvo en discusión y que la acompaña
hasta estos días. Su postura pensante y evolutiva, hace que cuando termina una
relación personal, ella analice las variables desde el otro, -qué hizo mal para
no retenerme? Puede aquí estar una de sus conclusiones, y en busca de los
eternos balances de los momentos transcendentales de su vida, tiende a enumerar
una lista de cosas en las que piensa que el otro se equivocó y en actitud digna, medida y
madura, le pide que enumere todas las cosas que ella podría haber mejorado. En
esta parte de su vida, siempre me ha intrigado si los afectos le llegan
verdaderamente al corazón o solamente hasta la periferia, es como que siempre
estuviese preparada para la ruptura, por lo tanto, estar preparada para no
sufrir. Su frase de cabecera siempre será: “No nos hagamos más daño”
En la relación cotidiana con su pareja,
Carmen aprendió que hay terrenos complicados con los que evita ciertos temas
explosivos. No nombrar a algunos miembros de la familia, y ser particularmente
tolerante con los hábitos y rutinas que el otro no puede abandonar. No tiene
sentido seguir peleando sobre lo mismo después de tanto tiempo, mientras tanto,
el vínculo se va resquebrajando. Su conclusión meditada será: “Yo lo conocí
así, ahora no le puedo pedir que cambie”.
Hace unos años, la vi luego de un mes
de vacaciones. Antes de deshacer las valijas, ya había evaluado el daño, tenía
todo planeado, un plan riguroso de alimentación para perder esos kilos demás lo
antes posible. Por supuesto que tenía contratado un gimnasio y la consulta con un
especialista para que la contenga. Encasillada en su objetivo, concluía en una
frase importante para llevar adelante sus planes: “Sólo por hoy”.
Carmen no sería ella si no fuese
a Pilates, si no hiciera gimnasia con música y cada tanto practique yoga o
salga a caminar como una autómata, con un solo plan, querer sentirse bien. No
sabe cuántas calorías quema, ni que ejercicios hacen mejor para mantener firme
su cola, eso no le importa, necesita saber que “algo hace”, su eterna filosofía rezará:
“Mente sana, cuerpo sano”.
Me daba risa
su desvelo por el pelo, siempre prolija y arreglada, no puede permitirse el
lujo de estar despeinada, por eso conserva su peluquero de toda la vida, al que
visita cada mes para que le haga lo mismo de siempre: cortarle las puntas, baño
de crema y retoque por doquier. No es ajena a las posibilidades de
imaginar un cambio: un desmechado, otro color, cortarse bien corto, sueña y
moriría por algo salvaje. Pero como no podría ser de otra manera, tiembla al
pensar que le quedaría ridículo y en todo lo mal que lo va a pasar esperando
que crezca de nuevo. Su gran miedo: “arrepentirse de lo que hizo”.
Carmen y mi amigo Fernando, salieron
un tiempo y él me confirmo al detalle cada uno de estas observaciones sobre su
personalidad. Me hizo hincapié también, en la dedicación y excelencia al
momento de hacer el amor, dando una imagen muy distinta a que se pudiese
presuponer. Me contó también que esas artes adquiridas, le habían costado tener
que deshacerse de la pesada mochila que le acarreaba compararse con su hermana
en otros órdenes, que por lógica la perseguían en su intimidad. Era evidente
que había dominado todos sus movimientos, situación que solo lograría con un gran
estudio pormenorizado de sus sentimientos. Su gran logro: “Ser muy buena en la
cama y dejar huella”
Valentina, en cambio, es verborragia,
vomita
toda clase de reproches en un monólogo conspirativo y despechado que no deja
lugar a réplica. Alterna los reproches con insultos y/o amenazas, (contra su
vida, la de él y de la futuras novias), pedidos de reconciliación, llanto y
confesiones deprimentes. Cuando el otro quiere hablar,
llora desconsoladamente, porque es un animal y no mide lo que está diciendo. Se
enorgullece de poder gritar a los cuatro vientos: “Te voy a hacer mierda”
Promete cambiar después de cada pelea,
pero nunca cumple. Le vuelve a decir las mismas cosas que hasta hace un rato le
recordaron que es molesta en su insistencia. Sigue preguntando en qué está
pensando y le reprocha que nunca la escucha, sugiere que no la quiere ( y afirma
que nunca la quiso), en todas las discusiones, aun sabiendo que la insistencia
concluirá en un desastre. Si hay algo que no soportará jamás, es que le digan
“tranquilízate o relájate” cuando está enfervorizada en la discusión. Tengo la
certeza que ella anhela poder parar, pero indefectiblemente su arrebato es más
fuerte. Conclusión, quiere pero no puede, aunque no importa “este a mí no me va
a ganar”
Aprendió a controlar la angustia
después de pesarse aunque el número la espante, rompió muchas balanzas a
patadas, hasta que ya relajada al rato se haya comido dos porciones de pizza
del día anterior, mientras llora desconsolada: Patea para adelante la gran
decisión “Empiezo el lunes que viene”
Valentina, con aires de rápida resolución, llega al
gimnasio dos días antes de empezar el verano, angustiada porque se probó una musculosa y ver que tiene los brazos
más flácidos que el año pasado. Se la pasa preguntando cuántas calorías quemó en
la clase y preguntándole a la profesora cuánto tiempo más le llevará ver cambios.
Su filosofía: “Atormentada Sí, pero con mi cuerpo no se metan”.
Me sorprende con la rapidez que cambia de
look. Cada mes un toque distinto y casi siempre no es por elección, sino para
arreglar el desastre anterior. Se tiñó de negro un domingo que estaba aburrida,
después se lo tuvo que decolorar para volver al tono anterior, y para
rescatarlo le tuvieron que hacer seis baños de crema seguidos y cortarle seis o
siete centímetros. Desde entonces, el pelo se le puso poroso, y para evitarlo,
se lo alisó. Iba a esperar unos meses, pero canjeo unos puntos de la tarjeta de
crédito y se hizo unas extensiones…. Su gran miedo: “aburrirse por no haber
querido cambiar”.
No hizo falta que un amigo me cuente
sus cualidades en la intimidad, ella misma se encarga, en ocasiones en forma
sutil, en otras directamente, que es una leona amando cuando le corresponden su
intensidad. Confieso que no es fácil escuchar algunos detalles, pero sus
comentarios salen como cataratas, no hay lugar a repreguntar, en realidad no
hay lugar ni si quiera a preguntar, ella tiene el control, contará lo que
quiera y domina ese terreno mejor que ninguna. Su frase preferida es un poco
intimidante, pero le encanta ver en el rostro del otro la expresión cuando le
dice: “Esto es lo que soy, acá está todo”
Mis dos amigas, que por supuesto
existen y cada tanto visito, son un gran alivio a mi vida de observador. Con
ellas he aprendido a mirar lo que me gusta y lo que no de una mujer. Andan por
ahí sin alejarse demasiado, no les gusta estar separadas mucho tiempo, no es
posible captar la conexión entre ellas, pero saben a la perfección como cruzar
sus límites y salir ilesas de la contienda.
A Carmen la puedo sentar horas y
escuchar sus comentarios como verdades absolutas y con la firmeza de una mujer
aplomada y medida. Podría sospechar que quizás conmigo, haya tenido alguna
intención que fuese más allá de la amistad, pero nunca lo voy a saber
concretamente. Por mi parte no se permitiría un descuido y por parte de ella,
sé que no encajo en su tan estudiada y repasada vida.
A Valentina, todo lo contrario, hay que
andar con pie de plomo, midiendo los comentarios, sé que un descuido,
concluiría en serios arrepentimientos sin retorno. No porque no esté seguro que
será divertido, pero durará lo que ella quiera y en los términos que ella
quiera.
Podría decir que Carmen, te dará la
satisfacción de sentirte acompañado sin descuidos ni misterios, con una imagen
cuidada y bien tratada. Valentina, te propondrá vértigo y arrebatos, pero
también le pondrá esa chispa de vida que a los hombres nos gusta, aunque
protestemos para disimular, pero que en la intimidad disfrutamos cómplices y felices.
Lo cierto y real es que sabrán
disfrutar las bondades de la vida a su alrededor. Dueñas de una inagotable
fuente de seducción, a su manera y con sus estilos no pasaran inadvertidas
donde quiera que vayan. Son dos seres que sin tener prácticamente nada en
común, no tengo dudas en llegará el día
en el que se entiendan solamente con la mirada y sin mediar palabras.
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