viernes, 9 de enero de 2009

20 años no es nada.....

Por Arnold Coss

Cuantas veces los que ya pasamos la barrera de los cuarenta, hemos invocado esta frase?
Hoy, un 9 de Enero pero del año 1989, con Claudio Carraud, el Chino Bruzzoni y Pancho Fava, emprendíamos un largo y especial viaje de vacaciones a CAMBORIU en Brasil.
Las conversaciones se habían iniciado allá por Septiembre. Primero juntar los 89 dólares no era cosa fácil y en segundo lugar, que coincidan las vacaciones de los cuatro ya era más complicado.
Claudio y el Chino necesitaban a su vez de un permiso extra, el de sus respectivas novias. Ellas con su consentimiento, finalmente autorizaban a que el esperado viaje pudiera realizarse.
Por esos años, aventurarse a salir del país, no solo representaba audacia, sino que también agregaba una cuota de satisfacción personal, concluyendo en lo que en este instante pasa, haber trascendido en mis memorias durante 20 años y sin duda alguna, seguirá viviendo en mis recuerdos hasta el fin de mis días.
Fuimos asociados apresuradamente al Sindicato de Empleados de Comercio para obtener el beneficio de viajar en uno de los micros contratados por ellos y a un costo realmente válido para nuestros magros bolsillos.
Salimos por la mañana temprano desde plaza Once en un micro de la empresa Alvarez Hnos. rigurosos desconocidos para nosotros, al igual que el resto de los pasajeros. Poco importaba el entorno, para nosotros cuatro, la espera había llegado a su fin. Atrás quedaba una noche de mal dormir, excitado pensando en la partida y sus preparativos. La despedida fue un instante y llegar a Paso de los Libres, fue como un instante, estábamos en la aduana, cuando se produce el primer contratiempo, hacer los trámites para pasar a Uruguayana, que lo parió el calor que hacía, cuatro horas fueron suficiente espera como para sentir que no todo era diversión.
Cuando ingresamos a Brasil, nos cambiaron a un colectivo de última generación, con baño y bar, una verdadera joya por aquellos años.
Luego de 36 hs. llegamos al hotel, no importaba el cansancio, dejamos inmediatamente nuestros bolsos y nos fuimos al mar.
Contar las impresiones inmediatas quizás no tenga sentido, porque todo nos resultaba genial. Que el recuerdo cause nostalgia y bienestar, alcanza como para darse afirmar que el momento fue sublime. Un mar increíble (que más se puede decir sin caer en lo reiterativo), arenas blancas como pocas, un clima atrapante en todo los sentidos, es decir, las condiciones ideales para pasar lo que hasta ese momento eran “las vacaciones más importantes de nuestras vidas”.
En ese paraíso, la vi por primera vez, no me causo curiosidad inmediata, ya que todo lo que vivía tenía ritmo vertiginoso. Junto a su hermana y unas amigas, llegaron con las mismas ilusiones, pasarla bien y disfrutar de la aventura.
Para nosotros los Gualeguachos, tocar la guitarra, el bongó y aullar un rato al ritmo de El Oso o de Carta de un León a otro, era el condimento idea, formaba parte de nuestro folklore, salvo el de Pancho, cuya mira estaba dirigida en una sola dirección, las mininas. Para él salir con un paraguas para acompañar a las chicas cuando llovía era uno de sus “ganchos”, para ofrecerse como salvador e iniciar una charla.
El chino, encargado oficial de la máquina de sacar fotos del papá de Claudio, justamente, comandaba la parte artística. Todas las fotos, debían ser certeras, sin errores, debían reflejar fielmente lo mejor del paisaje y de nuestras figuras. Demás está decir que en algunos casos, la tarea era más que difícil, pero con buena voluntad y disimulo, algunos pasamos desapercibidos. Pregunta que me viene a la memoria, ¿Dónde están esas fotos ahora? Tengo la sensación de no haberlas visto nunca, solamente una me quedo guardada y la reconozco por la gastada remera lila comprada en el Feijoo de la av. Santa Fe, pegado a lo que era la Gata Alegría, a metros del 1er. Gran Musimundo, cerquita del Pumper donde Claudio estudiaba antes de entrar a clases en el Instituto Obrero Católico, de la calle Junin.
Ir a la disquería de moda Whiskadao, creo que se llamaba era lo más. Sus cinco pistas, su vista al mar y los show en vivo, hacían que nadie dejara de ir, y nosostros no podíamos ser menos, era nuestro paso obligado.
La casa de Mario o mejor dicho, “Mario Hause”, fue sin dudas un mundo de revelaciones, no por el encuentro cara a cara con varios gay´s y travestis o lo que fuese, sino que conocer toda una mansión, donde vivían en comunidad, regenteados por su mentor y benefactor, le daba un toque de mística, que por aquel entonces intrigaba. Esa noche vi el streeptease en vivo más impactante de mi vida, el de una rubia sin igual, la única mujer del clan. Luego un travesti intento hacer algo parecido, todo muy lindo, hasta que “pelo” la zunga y el amigo se bamboleaba al ritmo de su andar. Hubo silbidos, gritos, puteadas y demás, pero estoy seguro y sabemos de quien hablo, que esa erección no le pasó desapercibida, es más, lo vi como levitando, de alguna manera desde atrás estaba más alto que el resto del publico, y sus ojos quedaron fijos sin dar crédito a las imágenes y sensaciones que lo invadían.
Alguien confundió su habitación y su pantalón y nos robó unos pesos guardados, poco importó la fiesta era continua. Allá quedaron los desayunos con bananas, jamón, queso, café con leche, tostadas, etc. También quedo el recuerdo de las playas de Bombas y Bombiñas, de una partida de ajedrez con vista al más verde de todos los mares vistos en Florianópolis. Allá quedaron el nadar desnudos y el picado, argentinos contra brasucas. Al viaje a Blumenau, hermosa ciudad de casas tipo alemán, donde entrar a las grandes tiendas era toda una aventura.
La vuelta fue en otro tiempo "record" con el colectivo mordiendo la banquina en un par de oportunidades, pero los cinco litros de Caipirigna, resultaron el sedante necesario. Nos bajamos en la entrada a Gualeguaychú, visitamos a Rafa y a Laura, por aquellos años, haciendo su aventura por esos pagos, Claudio siguió viaje porque extrañaba demasiado.
Como historia, quizás no tenga el sabor de otras divertidas, pero aquellos días tiene la carga de haber cambiado mi vida, mejor dicho, de haberla empezado a construir, en otro sentido, el de estar acompañado. El de creer y aún hoy sostener que la vida me regalo, no solo ese viaje, sino que al volver inicié el más feliz de los caminos, de la mano de la que hoy es mi esposa. 
Nota: Especial recuerdo en estas líneas a la memoria de Paloma Rubino y su sonrisa tan particular.
Nota 2: Este Enero, volví por un día a visitar nuevamente esas calles e intentar rencontrarme con algo parcido, pero ya 25 años (actualmente), son muchos y si no fuera por la isla enfrente creo que ya nada me era familiar. Así termina este mini viaje al pasado de una linda historia personal. Para los que estamos y vivimos esos locos días, Saludos. 

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Que memoria loco!!!. Una corrección, la ciudad es Blumenau. Otro dato: me afanaron 20 dólares. Lo que me mató fue el recuerdo de Paloma. Esas cosas que tiene la vida ¿no?.
Te felicito por la memoria, la mitad de las cosas no me las acordaba.
Abrazo
Puma

Anónimo dijo...

Blumenau exactamente.
Hay más detalles de los que también me acuerdo pero en este ámbito no tienen su lugar.
El bidón de Caipiriña de la vuelta hizo su trabajo.

Anónimo dijo...

Recordar, volver a vivir, emocionarse, volver a enamorarse, extrañar a la que no está y brindar por los que seguimos juntos día a día.........todo eso a partir de tu cuento...gracias!

Anónimo dijo...

El cuento me encantó. Los detalles me llevaron a imaginar otros. Pero el último párrafo me emocionó y también me permitió confirmar la ternura que hay en esas palabras escritas...por alguien, que muchas veces, hablando, juega de "duro"...

Anónimo dijo...

HERMOSO, ME HICISTE LAGRIMEAR. TE TRAJISTE EL REGALO MÁS HERMOSO QUE SE PUEDA ENCONTRAR EN EL MUNDO, POR ALLÍ DANDO VUELTAS Y SIN PENSAR; TE AGUARDABA EL AMOR. MARIA ELENA