lunes, 13 de septiembre de 2010

Cajones y Otros Absurdos

por Pablo Neruda
Los sentimientos son recuerdos pendientes, los recuerdos se transforman en imágenes, las imágenes se disuelven en pensamientos, los pensamientos de repente son ideas que no cesan de acuciar para que ordene un escritorio atestado de escombros materiales y cosas absurdas.
Entre varios papeles envejecidos y arrugados, encontré una promesa. No supe recordar exactamente el porqué de la promesa, así que continué haciendo limpieza. Al retirar una caja que contenía grapas, clipes y un par de anillos, salió un atardecer de septiembre arrastrando tras de sí un olor a hojas secas, a tristes melancolías y a sangre del día derramada; a congojas amarillas, a orgasmos de memoria y a nubes de fuego incendiadas.
Dispuse la promesa que había hallado al principio en un cajón de mi mesita de noche junto con el aroma del atardecer, a ver si por aquellas se animaba y me hacía recordar la razón de su presencia. Me dio la impresión de que los dos se daban la espalda..., pero lo dejé pasar, pues nunca se me dio bien distinguir dónde tienen las promesas y los olores sus respectivas espaldas.
En una esquina, entre caramelos para la tos y un sello de lacre Luis XV, bullía un sentimiento. Si yo fuera un periodista de renombre ya habría escrito un gran artículo, pero como no lo soy, no me atreví a colocar el pasado pluscuamperfecto con el imperfecto. Me limité a mirarle de reojo por si hablaba y conseguía identificarlo. Seguí con la limpieza y supuse que quedaría en un asunto pendiente, un sentimiento sin catalogar. Podría haberlo metido en otro cajón diferente, pero me recorrió un escalofrío cuando me imaginé por un momento que siguiese mudo por mucho tiempo y que, al abrir el cajón, se me revelase de pronto como un anhelo intenso reprimido en un recuerdo. Los cajones nos sorprenden cuando menos lo esperamos.
Si yo fuese un escritor de renombre, ya habría tenido suficiente material para escribir un best-seller. Como no lo soy, me limitaré a sentir el sentimiento esperando darle un nombre junto con la promesa de no olvidarme jamás de su olor.Quién sabe si alguno de vosotros puede ayudarme a reconocerlo...
Hiciste un semillero de ilusiones
que vivió ingenuamente en mi tristeza.
Lentamente. Fue el jugo de rencores
echados sobre el jugo de rencores
sobre el manto de la ilusión ingenua.
En mi torre de odios tuviste una ventana
(Un vidrio ilusionado, transparente y gentil.)
Ya se quebró. Es inútil que te llame mi amada
porque, mujer, en una negrura te perdí.

"Y te perdí mujer. En el camino..."
Pablo Neruda

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