jueves, 16 de septiembre de 2010

Recuerdos del ser niña y mujer


A lo largo de mi vida he conocido a muchas personas. Unas forman parte de mi mundo, otras estuvieron pero tomaron caminos diferentes y de otras simplemente no queda ni el nombre.

Cuando aun era una niña, recuerdo la importancia de las amigas, esas con las jugaba en el recreo o en las tardes de buen tiempo en Villaguay.
- ¡Mama!, mi amiga Marta me ha dicho que ...
- ¡Mama!, Marta no me gusta
- ¡Mama!, María no quiere jugar conmigo ...

Mi colegio era femenino (hablo de mediados de los sesenta y primeros de los setenta) y nosotras encantadas porque los niños solo estorbaban.
Yo me quedaba a comer así es que el grupo de amigas lo formábamos las que estábamos más tiempo juntas. Éramos inseparables.

En todos los grupos siempre hay un líder y nosotras también la teníamos. Era la que decidía a que jugábamos y cuando y la seguíamos a pies juntillas. También era la que lo sabia todo, la que nos descubría los misterios de la vida.
Ella fue la que nos informó, con cara de mayor y de "pobrecitas de lo que se van ha enterar", de que los Reyes Magos no existían, que eran los padres.

- ¡Mamáaaaaaaaaaa! Susana dice que los Reyes Magos no existen.
Y mi pobre madre con cara de pena por la inocencia perdida, me confirmo la triste noticia, pero recurrió a "que ya era mayor" para que no se lo contara a mi hermano porque aun era pequeño (solo le llevo un año). Y con este pacto consiguió mi silencio.

De la misma manera nos enteramos de que ¡tampoco existía el Ratoncito Pérez!

- ¡Mamaaaaaaaaa! Susana dice ...
Y mi madre la misma cara de pena y cierto aire de "a Susana la voy a matar"

- ¿Sabes? a los niños no los trae la cigüeña, salen de la tripa de las mamás.
- ¡Hala! ¿si? ¿y como se meten ahí?
- No se meten tonta, están siempre ahí pero son muy pequeñitos. Cuando los papás le dan un beso en la boca a las mamás empiezan a crecer y cuando son grandes el medico los saca.

- ¡Mamaaaaaaaaaaaaa! que Susana dice que los niños ...
A estas alturas mi madre estaba dispuesta a cargarse a Susana.

Y mientras mis amigas espiaban a sus padres para ver si iban a tener algún hermanito, yo estaba tan tranquila porque mi mamá no tenia a mi papá para darle besos.

Y seguíamos creciendo entre juegos y confidencias. De repente un día en clase de gimnasia, nos dimos cuenta de que una compañera llevaba sujetador, y fuimos corriendo a ver que le pasaba. No le pasaba nada malo, evidentemente, simplemente su cuerpo estaba cambiando.

- ¿Y a nosotras también nos van a crecer las tetas?
- claro ¿o no ves que todas las mujeres las tienen?
La verdad que no, nunca había pensado en mí como mujer ¡era una niña!

- ¡Mamaaaaaaaaaaaaaaa! ...
Pero no solo tuvimos que empezar a llevar sujetador (los de entonces picaban como demonios porque no existía la lycra), si no que empezaron a salirnos pelos donde no pensábamos que pudieran salir y nos mirábamos las unas a las otras para descubrir si había más cosas que nos tenían que cambiar.

- ¡Mamaaaaaaa! ...
- No te preocupes hija, que con la cera te los quito y ni se nota.
- ¿Qué cera? ¿esa que calientas en ese cacharro de lata?
- Si, pero no te preocupes, que no te vas a enterar.
- ¡Como que no me voy a enterar si me vas a poner encima una cosa que quema y luego me vas a dar un tirón! Además ¿para que salen estos pelos si luego hay que quitarlos cada dos por tres por que siguen creciendo?
- Cariño es que te estas haciendo mujer.
- ¡Pues yo no quiero ser mujer!

Y Susana nos seguía "educando" en los misterios de la vida, porque los cambios no habían terminado, quedaba el premio gordo. En aquellos tiempos había temas que en casa no se hablaban, pero que nos importaba a nosotras ¡si teníamos a Susana!
Gracias a ella nos enteramos que, llegado el momento, una vez al mes sangrábamos durante tres o cuatro días y que ¡encima dolía!
Ante tanta cantidad de información no deseada yo me callaba, pensando que a mi eso no me iba a pasar.

- ¡MAMAAAAAAAA!
- ¿Qué te pasó? (llegó corriendo y con los ojos desorbitados porque mi grito se había oído en todo el pueblo).
- ¡Ay hija que susto me diste! contestó mientras yo le enseñaba la prueba de mi "cambio"
- No pasa nada mi amor, ¡ya sos mujer! solo eso. Mira te tenes que poner una compresa así ...
Y ahora tienes que tener cuidado con los chicos, no dejes que te toquen, porque desde ahora vas a llamar la atención y tienes que ser decente porque así los chicos te valoraran más.

¿Como que ya era mujer y que solo era eso? ¿y que tienen que ver los chicos en esto? que no, que estaba sangrando y que era eso de que ahora me tenia que poner esos "pañales", porque eran unos tubos de gasa rellenos de un montón de capas de algodón que abultaban como una caja de cigarrillos y por supuesto no tenían adhesivo, ni alas, ni celulosa ultra absorbente, ni venían en discretos envoltorios, ni se sabia lo que era la palabra "extraplana"

- Pero mamá Susana dice que hay unas cosas que se llaman tampones ...
- ¡Mira estoy podrida de Susana! y de tampones nada, que esos no son buenos.

Pero ¿como que no? ¡si son el mejor invento después del lavarropas!

Y las hormonas empezaron de repente a tener vida propia, empezamos a sentir cosas que no conocíamos pero ahí estaba Susana para explicarlo todo. Ella fue la primera que se besó con un chico y, por supuesto, nos dio todo tipo de detalles, porque nosotras queríamos estar preparadas y saber que teníamos que hacer cuando llegara el momento.
- ¿Que te metió la lengua en la boca? ¡que asco!
- No, no da asco, ya van a ver como les gusta.
- Eso te gustará a vos, a mi no me mete la lengua en la boca nadie.

Y apareció el primer amor, ese que es el único, el hombre de mi vida, mi Romeo. Y llegó el primer beso y a este le sucedieron otros. Como también hubo otros amores, tan dramáticos como corresponde a esa edad.

Terminamos el colegio y cada una siguió su camino, pero me acuerdo de todas ellas, de su nombre y apellidos, de sus caras. Todas aportaron su trocito a mi vida y me gusta pensar que ellas también me recuerdan con el mismo cariño

Gracias por el préstamo

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