viernes, 15 de octubre de 2010

Primer día en el Cole Parte III - Colegio San José - Gualeguay Entre Ríos

Por Arnold Coss

Una arritmia devastadora con respecto al compás de la canción, se produjo cuando Pity agarró su bolsa de tela por abajo y se le cayeron al suelo dos docenas de bolillas “finorias”. Los más astutos se apresuraron a rescatar, y los más nobles le ayudaron a juntar.

El llanto desproporcionado de Pity, viendo su colección de bolillas convertida en un botín que se repartieron algunos de sus nuevos compañeros, provocó una alegría colectiva para los beneficiarios, unido a algunas burlas de otros y caras de sorpresa en los restantes; una situación que se le empezaba a escapar de las manos a la Seño Taqui en su debut.

Uno de sus primeros objetivos, era que los niños aprendiesen a compartir, lo cual se contradecía con el mensaje que debería hacer entender, sobre la propiedad privada que en justicia se merecía la colección de bolillas de Pity.

No le resultó difícil, finalmente, hacerles entender la diferencia entre los juguetes del colegio y una colección que tanta dedicación le había costado reunir a su compañero; aunque a pesar del asentimiento general, la totalidad de las canicas seguía sin aparecer para desconsuelo del propietario y desconcierto de la seño, quien finalmente tuvo que asumir el compromiso de que al día siguiente le traería las tres que no aparecían -que seguro las encontraría a la venta en el kiosco Tatín-.

Prosiguió con dos canciones más, Manuelita y La Reina Batata sonaron tan hermosamente desafinadas que aún mis recuerdos las rescatan. La pintura de dedos, y algún títere de paso adornaron el resto de la tarde antes de salir al recreo.

Rápidamente se percataron todos -incluida la seño- de que Pascual, en quien nadie había reparado porque se había ido aislando de todos. Se había acomodado como quien no quiere la cosa, con unos almohadones al costadito del coche de las muñecas. Su siesta le había mantenido ajeno a tanto escándalo- ahora se encontraba jugando inocentemente con unas bolillas que Pity identificó al instante como suyas. Pali estaba con sus deditos intentando ponerles las canicas dentro de los ojos plásticos de las muñecas que ya eran viejas y gastadas. La tercera bolita, era su chupete y la balanceaba de cachete en cachete, haciendo la sonar entre sus dientes.

Como la vida misma, con seres humanos en pequeñito, pero con una conflictividad similar a la de los adultos, la Seño Taqui tuvo que jugar su papel de jueza y parte, que también en eso consiste la enseñanza, en intentar conducir a buen puerto esa mezcla de seres angelicales y salvajes que somos al nacer.

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